Babilonia
La Versión de Álvaro por Noemí López

Una tarde de primavera de 1937 estaba Álvaro en casa jugando a las canicas con su hermano mayor Pepe. Él quería ir a Urdaibai a cazar lagartijas, pero su madre se lo había prohibido. Han escuchado en la radio que Bilbao puede ser bombardeada en cualquier momento. Ante el aviso, que ya se dio hace varios días, han crecido como champiñones los refugios. Se encuentran casi en cada calle de la ciudad. El suyo está justo enfrente de la casa: es la entrada del casino, que ya está protegida por sacos de arena. Desde el vestíbulo del interior se accede a un pasillo que da entrada a las cocinas por un lado y, por el otro, a las bodegas a través de una estrecha escalera de caracol. El trazado de las bodegas dibuja una hache que ocupa los bajos del casino. Ahora todo el vino está apilado al fondo del segundo pasillo, ramal derecha, donde casi no llega la luz de la última bombilla que permanece intacta de una fila de cuatro. Las otras se apagaron o se rompieron, nadie lo sabe. En esa penumbra han arrumbado las cajas con el vino y hay siempre un conserje que se sienta durante los bombardeos, con cara de hastío, a vigilar esa zona, no vaya a ser que a los refugiados les dé por agenciarse una botella aprovechando la oscuridad.
La madre está removiendo una cazuela para la cena cuando suena, estridente, el primer aullido de la sirena. Grita “¡niños, al refugio!” y sale disparada de la cocina, agarrando en su carrera a Carmen, que juega con su muñeca en el pasillo. Carmen hace pucheros, su muñeca se le ha escurrido entre los deditos. Álvaro, que avanza empujado por el padre, coge del suelo a la muñeca y sonríe a Carmen mientras bajan a toda prisa los ocho tramos de escaleras de la casa, empujados más por la premura y el miedo de sus padres que por ellos mismos. En la fresca bodega, después de sentarse en cajas los adultos con algunos niños en sus rodillas, se desata una tensa espera mientras aguardan a que empiecen a caer las bombas. Las madres acunan a los niños más pequeños, algunos hombres fuman. Álvaro le acerca la muñeca a Carmen. Ella la recibe con un abrazo. Los niños del edificio de Álvaro han sacado las canicas y ahora juegan una partida....
Fragmento del Capítulo 1 'Han crecido como champiñones los refugios', de la obra 'La Versión de Álvaro'.