Babilonia
Valentía Hipócrita por Encarna

Escucho la sangre
brotar de mis ojos.
Se desliza por mis mejillas
como niña que corre
al encuentro de su padre.
Huelo el miedo,
que me chilla y me calla,
que me protege y me mata.
Escucho al vacío susurrarme
que debo apostar ya.
No queda tiempo,
– o eso entendí yo –.
La nada calla,
la soledad me acompaña.
La noto rozando mi piel
como si clavasen en mí
veinticinco cuchillos.
Siento el frío que provocan
todas las decisiones
que ni siquiera tomé:
pese a saber las respuestas,
prefiero cambiar las preguntas.
Huelo el miedo,
que esta vez me atormenta:
me acelera y me frena.
Los veo respirar a mi alrededor;
solo quieren una respuesta,
inhalar tranquilidad
mientras de mí sigue brotando
esa interminable marca de dolor.
Sigo escuchándola.
No sé si parará.
¡Ploc!
¡Ploc!
La veo.
Ya cayó.